jueves, 31 de enero de 2013

Señores del Estado Venezolano:

Esta es la segunda vez que les escribo. No me da pena insistirles. El dolor puede más que la pena. Les juro que ya no puedo más. Ya me cansé de llorar. Estoy agotada. Quiero pedirles de nuevo un poco de clemencia. Ya mi papá, Iván Simonovis, y todos nosotros, su familia, hemos sufrido demasiado. Sufrir cansa. Llorar ...
cansa. Extrañar al padre de uno cansa. Siento que soy demasiado joven para estar tan cansada. Me parece injusto que la política me arruine la vida. Todos los días me asomo con susto en el espejo, porque siento que tengo canas en mi cabello. No las veo, pero las siento. Y tengo 15 años. Es muy rara esta sensación.

Ya mi sonrisa no es la que sale en las fotos de los álbumes de la familia. Mi sonrisa se quiebra a cada rato, como una galleta. Porque así están los huesos de mi papá. Se han vuelto una galleta por tanto encierro, por tanto no moverse, por tanta sombra. Por favor, les pido, devuélvanle el sol. Devuélvanle un poquito de vida. Ya bastante ha pagado lo que Uds. consideraron que debía pagar. Su salud esta tan deteriorada que tengo miedo -mucho miedo- de que mi papá termine paralítico, en una silla de ruedas. Y más así. Solo. Sin su gente, sin los únicos brazos que lo pueden abrazar.

Mi papá no está nada bien. Su columna está demasiado frágil. Se puede romper sola, sin que nadie la toque. Sus huesos, dice el médico, tienen la edad de un anciano. Sus huesos ya pagaron el doble del tiempo de su condena. Su ánimo también. Y su familia. Sea justa o no su prisión, creo que ya todo es demasiado. Ya todo se ha vuelto inhumano, cruel, excesivo. Señores del Estado Venezolano, una medida humanitaria como la que les pido sería un gesto noble, necesario, hermoso. Un gesto importante en estos tiempos tan duros. Estoy tan agotada del odio de parte y parte. Creo que muchos estamos así. Un gesto de nobleza no les va a hacer perder nada de lo que tienen y, en cambio, los hará más humanos. Quiero volver a tener 15 años y un padre a quién abrazar.

No tengo más argumentos. Solo un exceso de dolor.

Gracias.
Ivana Simonovis


Querida Ivana:

Ayer lei tu carta y me indigne, de una forma que nunca antes había sentido, me di verguenza, tus lineas llenaron mi noche de tristeza, es por eso decidí escribirte, aunque no se si algún día me leas...ojalá algún día me leas.

Hoy te escribo porque creo mereces alguien te responda, alguien te diga tus esfuerzos no son en vano, porque tienes las mejores razones, tu, tu papa, tu mama y tu hermano. Te escribo para pedir disculpas, disculpas por ser de la generación que soy, disculpas por tener la edad de tus padres, disculpas por parecer sorda y ciega a la vida que a ti y tu familia les ha tocado protagonizar.

Mi nombre es Ingrid, hace diez anos cuando di a luz a la segunda de mis tres hijos, por circunstancias que no vienen al caso, me convertí en una mama extranjera, en un país que aunque lejos nos es familiar a todos.

Cuando partimos, mas que la búsqueda de prosperidad, nuestro objetivo fue brindarles a nuestros hijos una infancia tranquila, tuvimos esa opción y la tomamos, no sin dudas y sobresaltos.

En Venezuela yo soy abogado como tu mama, aquí trabajo en educacion para niños de habla hispana, pero siempre con mi atención en Venezuela, aunque mi cuerpo este aquí, muchas son las horas que paso sonando despierta entre recuerdos de experiencias pasadas con colores y sabores a trópico o entre reflexiones y criticas duras a preguntas como ... hicimos bien?

Les regale a mis hijos un entorno distinto al mío, y me condene a el, porque no los quiero fuera de su contexto, no los quiero extranjeros, condene a mis padres a una distancia interminable cuando hay un sobresalto, sea aquí, sea allá, también interminable cuando por el teléfono los invade el silencio en el momento que se dan cuenta que una de sus nietas, de las mas pequeñas, no los entienden del todo, creeme que ni ellos ni ellas se lo merecen.

No te voy a mentir, en mi vida hay muchos momentos de alegrías, hay momentos importantes, pero tampoco logran borrar la idea de lo que deje, la pregunta del por que estoy aquí?.

Nada de esto quizás te incumbe, nada de esto quizás te importe, pero quiero que por favor me disculpes, por ser parte de ese silencio social a la injusticia a la que son sometidos, porque mas allá de las razones de una condena, la cual no tiene justificación alguna, el trato que han recibido es inhumano, es inconcebible. Creo que leer con sorpresa silente tus lineas, donde desnudas tus sentimientos, saberte con canas que no vemos, me hace cómplice, aun lejos.

Si escribo estas lineas, es porque quiero sepas que la respuesta que hoy recibiste, por vía de un discurso político televisado, no fue la única que lograste, que conmover a una sociedad con tu relato, no fue lo único que lograste, lograste que algunas personas, como yo, nos cuestionáramos, leyéramos tu carta en otro idioma y tratáramos de ser tu voz en otras tribunas, no se si mas justas, no se si mas atentas; lo que si se, es que hoy fuiste ejemplo en ese entorno que no es mío, pero le regale a mis hijos, porque tu fortaleza, que en esa carta algunos pudieran pensar se quiebra y yo tengo la certeza que no, es parte de lo que deseo para mis hijos, para mis alumnos, para mis amigos.

No quiero despedirme, niña hermosa, sin recordarte algo que estoy segura ya has escuchado, no elegimos nuestros destinos en la vida, pero si somos dueños del alcance que queremos darle.

Ivana tu carta la llevo conmigo, la leo en voz alta y de hoy en adelante, te prometo, voy a invitar a quien me escuche a mirar con admiración esas canas que tu no ves, y que son la vergüenza de quienes pertenecemos a un hermoso país, al cual no queremos renunciar, los voy a invitar a dar respuesta a tus angustias asi sea a través de un dibujo, momento de reflexion u otra carta, porque te lo debo, te lo debemos quienes no queremos llevar mordaza en nuestros labios o vendas en nuesros ojos.

Que Dios te bendiga,
 
Ingrid

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